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Esta entrada no lleva imagen pero sí extracto. Voy a copiar un texto largo a ver lo que pasa.

Esta es la historia de cinco años que mi familia y yo pasamos en la isla griega de Corfú. En principio
estaba destinada a ser una descripción levemente nostálgica de la historia natural de la isla, pero al
introducir a mi familia en las primeras páginas del libro cometí un grave error. Una vez sobre el papel,
procedieron de inmediato a tomar posesión de los restantes capítulos, invitando además a sus amigos.
Sólo a través de enormes dificultades, y ejercitando considerable astucia, logré reservar aquí y allí alguna
página que poder dedicar exclusivamente a los animales.
En el texto que sigue he intentado dibujar un retrato de mi familia preciso y ajustado a la realidad;
aparecen tal como yo los veía. Para explicar, empero, algunos de sus rasgos más curiosos, debo señalar
que cuando fuimos a Corfú todos éramos aún bastante jóvenes: Larry, el hermano mayor, tenía veintitrés
años; Leslie, diecinueve; Margo, dieciocho; y yo, el benjamín, me hallaba en la tierna e impresionable
edad de los diez años. De la de mi madre no hemos estado nunca muy seguros, por la sencilla razón de
que no recuerda su fecha de nacimiento; todo lo que sé decir es que era lo bastante mayor como para tener
cuatro hijos. Mi madre también insiste en que explique que es viuda, porque, según su sagaz observación,
nunca se sabe lo que puede pensar la gente.
La tarea de condensar cinco años de incidentes, observaciones y grato vivir en algo un poco menos
voluminoso que la Enciclopedia Británica me ha obligado a comprimir, podar e injertar, de modo que
apenas subsiste algo de la continuidad original de los hechos, y a renunciar también a la descripción de
muchos sucesos y personajes.
Dudo que este libro hubiera sido posible sin la colaboración y el entusiasmo de las siguientes
personas, cosa que menciono para que no caigan las culpas sobre parte inocente. Mi sincero
agradecimiento, pues, para:
El doctor Teodoro Stefanides. Con su habitual generosidad, me ha facilitado material procedente de
su obra inédita sobre Corfú, y me ha proporcionado bastantes chistes horribles, algunos de los cuales he
empleado.
Mi familia. Ellos, al fin y al cabo, me surtieron involuntariamente de mucha materia y me ayudaron
considerablemente durante la redacción del libro, discutiendo con ferocidad y raras veces coincidiendo
acerca de cualquier suceso que les consultara.
Mi esposa, cuyas sonoras carcajadas al leer el manuscrito tanto me halagaron, aunque después
confesase que lo que le hacía gracia era mi ortografía.
Sophie, mi secretaria, responsable de la inserción de comas y de la implacable supresión del infinitivo
partido.

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